De la Bolsa a la gloria

Mi primer libro, en Editorial Destino. Está mal que lo diga, pero es un gran libro y así me lo han dicho en persona figuras de primer nivel del mundo empresarial. Algún día diré sus nombres (o no), pero entre ellos, varios presidentes Ibex o ejecutivos del sector servicios de primer nivel. Recuerdo alguna llamada de algún que otro jefe de gabinete: "¿sabes dónde puedo comprar 25 ejemplares? El presidente me los ha pedido para él y para regalar, pero en El Corte Inglés sólo hay 10". Algún prestigioso despacho legal también me pidió ejemplares para obsequiar a sus clientes; algún presidente Ibex me invitó a desayunar con él para comentar el libro porque "tiene mucha información, se nota que hablaste con las personas de esos procesos, y te lo digo porque yo también estuve en ellos y has contado cosas que no se sabían"

También gustó a la editorial, donde siempre me han reconocido la calidad del mismo. Otra cosa es que no vendiera en exceso. Quizá sea demasiado de nicho o no le dedicara tiempo a la promoción o la temática asuste, aunque no se trata de un libro muy sesudo, ya que está escrito como novela periodística... pero bueno, me queda que todos los años me llega alguna que otra felicitación inesperada de alguien a quien, por lo que sea, le cae el libro en sus manos y me manda un agradable y sorprendido mensaje. Me llevaré esas pequeñas alegrías a la tumba, aunque no pagaré la hipoteca con eso.  

Narra la historia, contada por boca de los propios protagonistas, de la eclosión del capitalismo popular en España, desde el punto de vista de un periodista económico. "Desde una redacción", como siempre digo. Los últimos agentes de cambio y Bolsa, junto a un puñado de banqueros y técnicos comerciales del Estado que supieron ver cómo la nueva Ley del Mercado de Valores podía ser una plataforma de inversión extranjera en España y por tanto, de riqueza y desarrollo. Así fue. 

Fundaron sus propias sociedades de valores, que luego vendieron a las grandes firmas internacionales, que reconocían sin matices que querían implementar ese modelo de compañía en sus enormes matrices. 

Dispararon la inversión particular, promocionaron los fondos de inversión, compitieron de tú a tú con los bancos, impulsaron las privatizaciones. Acercaron al particular a los mercados. Y asesoraron de manera discreta, pero durante mucho tiempo, al PP que, finalmente, ganó las elecciones en 1996 y que acometió ese proceso de privatizaciones de una manera modélica. Esa mega operación supuso un auténtico proceso de transferencia de riqueza financiera del sector público al privado. Dinero en el bolsillo de los ciudadanos. Justo lo contrario de lo que hoy ocurre. Todo el que quiso pudo acudir a las colocaciones, por una mínima inversión. El resultado fue la entrada en el Euro por la puerta grande, con el cumplimiento íntegro de los Criterios de Convergencia. Con toda seguridad, se trató de un gran momento para España, del que deberíamos sentirnos orgullosos todos. 

Estamos hablando de Manuel Pizarro, Francisco González, Pedro Guerrero, Ignacio Garralda, César Alierta, Salvador García-Atance, Juan Carlos Ureta, pero también de Pablo Isla, Luis de Guindos, Jaime Caruana, Santiago Fernández-Valbuena, Luis Badía, Juan Bastos, Santiago Satrústegui, Jorge Sanz, Ignacio Gómez Montejo, Javier Moreno de los Ríos... Con José María Aznar de fondo e incluso personas demonizadas como Rodrigo Rato o Manuel de la Concha, que tuvieron una gran aportación a España en su saldo general. 

Viéndolo en perspectiva, ¿podemos hablar de un Dream Team de la economía española? Tiendo a pensar que sí. Cada día más, pese a que, sin duda, puedan tener sus luces y sus sombras, como tenemos todos en la vida. Pero realmente, España alcanzó el desarrollo en esos momentos. Con el esfuerzo de todos. Una pena no recordar aquellos tiempos.   

Así supo agradecerlo el electorado, otorgándole a José María Aznar una mayoría absoluta inédita a día de hoy, por tratarse de un premio electoral, una vez cumplida la legislatura. Nunca se había visto (ni se ha vuelto a ver) nada parecido en nuestro país. 

Por supuesto, las firmas citadas anteriormente fueron la mejor cantera de ejecutivos y financieros jamás soñada en España. Ese enorme desarrollo de los mercados de capitales generó además una enorme bolsa de empleo de calidad alrededor: despachos legales, consultores, gestores de fondos y analistas, ejecutivos de comunicación y marketing. Y, por supuesto, periodistas. 

Me considero hijo profesional de esos tiempos. Cuando salí de la Facultad, a mediados de los 90, se decía que la carrera de Periodismo era "una fábrica de parados" y que ser periodista económico era algo complicadísimo y difícil. Nada más licenciarme, un amigo de clase me comentó que entraba de becario en El Economista. "Qué suertudo", pensé. A la semana me llamó: "Oye, que necesitan más gente, ¿te animas?" La economía y la Bolsa tiraban del empleo casi con furia. Me tiré de cabeza, claro. Y aquí sigo. 

La segunda mitad de los 90 fue un hervidero y nos dio entrada en la profesión a mucha gente. Imposible no recordarla con cariño, pese a que hubo que trabajar todas las horas del mundo, cobrar poco al principio y pasarlo mal muchas veces. 

De la Bolsa a la gloria es la historia que vio gestarse, año a año, un modesto redactor de mercados desde su mesa de redacción. Según se iba hilando en mi cabeza, la comentaba a algunas fuentes que trabajaban en las empresas citadas y la respuesta siempre era la misma: "la verdad es que es una bonita historia, ahí tienes un libro", me decían muchos. De hecho, dos o tres me animaron con mucha insistencia, durante muchos años, a escribirla. Al final lo hice. 

Bastantes personas del sector financiero siguen hoy en día alentándome a que novele mis experiencias periodístico-económicas, aunque en lugar de libro, me dicen: "ahí tienes una bonita serie de Netflix".  

Manuel Lopez Torrents - Un periodista económico - Autor de 'De las puntocom al bitcoin y las meme stocks' y 'De la Bolsa a la gloria'