Constitución española:
me gusta su espíritu, no el documento
06/12/24
La Constitución es, en teoría, el armazón de la vida de los españoles en democracia. La carta magna, la técnica jurídica y de libertad aunada. Con ella, dábamos carpetazo al pasado y comenzábamos a caminar en un futuro conjunto, en una democracia liberal y con el reto de integrarnos en Europa.
Fue el refrendo de un país con ganas de darse la mano, olvidar viejas rencillas y comenzar a caminar juntos. En esencia, el mejor planteamiento posible, del que sólo cabe aplaudir y enorgullecerse. Casi ningún país ha salido de una dictadura desde el Congreso, sin violencia. De la ley hacia la ley, a través de la ley. Eso es un hito histórico.
Su éxito posterior ha sido sólo relativo. En el lado malo, nació bajo el yugo criminal de ETA, lo cual se tradujo en un intento de golpe de estado en 1981, ni tres años después de su sanción, en pleno fragor de 'los años de plomo'. No hubo una respuesta política contundente al terrorismo. Por un motivo u otro, ETA estuvo matando hasta 2011, 33 años después del nacimiento de la instauración de pleno derecho de la democracia.
Por encima de todo, ha servido de referente para mantener unido el proyecto de España, en un rol similar al de la Monarquía. Tapón de la botella, costura que sujeta el perímetro, referente moral; "constitucionalista" ha sido sinónimo de ciudadano que no quería la ruptura de España, sin citar a la nación, ni opinar de política.
De acuerdo: ha servido.
Pero, por lo demás, la Constitución como documento deja bastante que desear. Es larguísima y aborda un montón de cosas en las que, en mi opinión, no debe entrar una carta magna. Muchas son contradictorias: "la fiscalidad será progresiva pero no confiscatoria", lo que constituye un oxímoron en si mismo. Por citar algún ejemplo de cosas en las que no debe entrar y de redacción incorrecta.
Se nota un exceso de apostillas de parte, que se incluyeron para satisfacer a unos y a otros.
En definitiva, ha servido para llegar hasta aquí, pero toca pensar en el futuro.
Es preciso un nuevo documento, más conciso y claro. Que planee una nueva etapa de libertades y donde el individuo sea el eje. Deberes y obligaciones muy concretas. Régimen de estado, mecanismos de cambio, delimitación del territorio… y poco más.
Son muchos partidos los que están deseando abrirla para introducir sus intereses. No debe ser replanteada jamás para eso. Debe ir dirigida al ciudadano, no a las corporaciones políticas.
No hay que decirle al ciudadano en qué lengua tiene que hablar, debe comunicársele que la oficial del estado será el español y que en ella se le notificará lo preciso. Él verá qué quiere aprender. Si no le apetece aprender el de dominio público, es su problema.
Donde no se confundan derechos fundamentales inherentes a la persona con principios rectores. Es decir, tenemos derecho a la libertad, a la vida, a la no agresión, a la expresión… garantizados por el estado, y libertad DE ACCESO a la propiedad privada, educación, sanidad, etcétera, pero no proporcionada por el estado ad infinitum.
Así se generan los errores casi imposibles de desincrustar en la sociedad: el estado como garante, que debe proporcionarme una casa, un empleo, el médico... por citar algunos ejemplos. Debe cubrirme todas mis necesidades y, a cambio, le permito que extraiga las rentas de mi trabajo y decida sobre mi vida. Eso no puede ser así.
El estado del bienestar debe estar basado en una economía de libre mercado con garantías para quien se descuelgue de él y reintegrarle de nuevo de inmediato, bajo un principio de solidaridad, pero no debe ser el actual enorme estado del que dependa la sociedad.
Hacen falta redactores de una nueva carta magna. Nuevos padres constitucionales. Gente preparada, con formación académica, intelectual y laboral, no miembros de partidos políticos. Una auténtica élite capaz de diseñar el futuro marco de convivencia. Que no actúe de manera partidista ni localista. Que piense en el bienestar de la gente, que es lo que realmente importa. Que afronte los retos del Siglo XXI.
PD: la Constitución del 78 fue sancionada con la bandera del Águila de San Juan, adoptada por los Reyes Católicos y recuperada tras la Guerra Civil. Estuvo en uso hasta 1981. Por tanto, no es pre constitucional, ni pre democrática. Es importante que los nuevos tiempos abandonen definitivamente el sectarismo y la manipulación, pudiéndose hablar de hechos objetivos con naturalidad y sin ser tachados de nada.